En 2020, mientras el mundo estaba en plena crisis, yo conocí el bloqueo de escritor.
Tenía como cincuenta páginas de un segundo libro que llevaba años planeando. Pero de pronto, nada de lo que había escrito tenía sentido. Fue el inicio de una de las crisis personales más profundas que he vivido.
Pero mi historia con la escritura no empezó allí.
Fue mucho antes, cuando en el kínder descubrí que las sílabas podían unirse para formar palabras. Desde entonces, las palabras y yo hemos sido amigas. En el recreo prefería quedarme escribiendo en lugar de salir a jugar, y buscaba la mejor palabra en mi diccionario de sinónimos que me regaló mi papá. Escribía como una necesidad más del cuerpo: si tienes hambre, comes; si tienes sueño, duermes; si tienes algo adentro que necesitas expresar, escribes.
Al igual que casi todos los niños, dediqué mi infancia y adolescencia a «aprender lo que hay que aprender». Mi cuaderno de cuentos quedó olvidado en un cajón. Hasta que a los 18, mi familia y yo dejamos la escuela y comencé, por fin, a aprender lo que realmente me interesaba. Todo lo que estudiaba y emprendía era por motivación propia.
Más tarde, ya como mamá, decidí compartir mi experiencia con otras familias interesadas en la educación sin escuela. Escribí un blog y, en 2013, publiqué un libro. Durante años me dediqué a orientar a papás a través de talleres, textos, conferencias… hasta que llegó la pandemia. El tema explotó y yo colapsé. Hice una pausa. Creí que ese era el momento de escribir mi segundo libro.
Pero no pude. Lo que intentaba decir ya no me representaba. Me sentía impostora.
En lugar de escribir, me puse a estudiar. Descubrí que la escritura podía ser también una herramienta de autoconocimiento y volví a escribir. Escribí y escribí y escribí, pero ya no para tratar de dar respuestas, sino para hacerme preguntas.
He llenado muchas hojas con cuentos, memorias y textos que nacen ya no desde la sapiencia, sino desde la curiosidad y la apertura. Hoy escribo para escuchar, para observar, para sanar. Para vaciar mis cuestionamientos, incertidumbres y angustias, y que, al verlos plasmados, pueda entender la realidad de una forma menos amenazadora, más digerible.
Estoy explorando la autobiografía, la autoficción y aprendiendo a escribir cuentos infantiles con intención literaria. No sé aún a dónde me llevará todo esto. Pero si quieres acompañarme en el camino, te invito a asomarte a mi blog, mi cuaderno de bocetos.